Parece sencillo, pero la verdad es que desde muy pequeños nos enseñan a sentir culpa o vergüenza cuando decimos que “no” mediante la manipulación emocional y así aprendemos a responder también, de igual forma, manipulando a nuestro entorno.
Me gustaría mostrarte cómo es el proceso de pérdida de este derecho para que puedas comprenderlo y recuperar algo que es tuyo desde que naciste. No tienes que hacer nada, simplemente recordar que es tu derecho. ¡Vamos allá!
Cuando nacemos somos naturalmente asertivos, es decir que sabemos cuáles son nuestros derechos y los defendemos. Nuestra primera acción independiente al nacer fue protestar ante las palmaditas en el culete. De niños/as, si ocurría algo que no nos gustaba ¿qué hacíamos?… Lo hacíamos saber inmediatamente a los demás, gimiendo, llorando o berreando a cualquier hora del día y de la noche. Y éramos persistentes hasta la saciedad y dejábamos de comunicar lo que queríamos hasta que alguien hacía algo para remediarlo.
En cuanto fuimos capaces de arrastrarnos a gatas, hicimos de manera asertiva y persistente todo lo que nos daba la gana y en el momento que nos daba la gana hacerlo. A menos que un niño/a no se encuentre bien, suele sembrar la ruina a su alrededor, de ahí la intervención de los padres poniendo la cuna con barandilla o el parque como remedios para dejar de ir todo el día detrás de ellos.
Como sabes, estos métodos resultan eficaces durante un tiempo para regular las asertividades infantiles, hasta que el bebé madura y se convierte en un niño/a. Entonces podemos andar y hablar y entender lo que nos están diciendo. Al llegar a este punto ya no está bien visto que se restrinja físicamente nuestro comportamiento así que, y he aquí el punto clave de la cuestión, el control que nuestros padres ejercían sobre nosotros pasa a ser de físico a psicológico. En cuanto aprendemos a hablar la palabra más asertiva que brota de nuestros labios es un “NO”.
Aunque esta obstinación puede poner en más de un apuro a nuestros padres no era más que una prolongación de nuestra asertividad innata y de nuestros derechos. Tanto es así, que más de una vez estábamos dispuestos a privarnos de algo que nos gustaba por el simple placer de decir “No”.
Para controlar psicológicamente nuestro comportamiento se nos enseñó a sentirnos ansiosos, ignorantes o culpables, sentimientos que derivan del miedo. Una vez hemos aprendido a sentirnos ansiosos, ignorantes o culpables, haremos un montón de cosas para evitar estos sentimientos.
Nuestros padres nos adiestran a experimentar esas emociones por dos importantes razones: En primer lugar, provocar estas emociones negativas es un método muy eficaz para controlar nuestra asertividad infantil natural, molesta y a veces explosiva. La segunda razón, es que al utilizar las emociones para controlar nuestro comportamiento, nuestros padres no se sienten mal por actuar con descuido, perezosamente o de forma insensible a nuestros deseos. Efectivamente, ellos también se sienten mal experimentando estos sentimientos porque nuestros abuelos también les enseñaron a ellos a sentirse ansiosos, ignorantes y culpables.
La forma en que nos adiestran nuestros padres es muy sencilla. Nos enseñan ideas y creencias acerca de nosotros mismos y de cómo “se comporta la gente buena, normal”, que suscitan los sentimientos de ansiedad, ignorancia o culpabilidad.
Te pongo un ejemplo, cuando arreglamos nuestra habitación nuestros padres nos dicen: “buen chico/a”. Cuando no les gusta lo que hemos hecho sueltan frasecitas del tipo: “¿Qué clase de niño/a eres tú? “Solo los/as niños/as malos son tan desordenados/as y sucios/as”. Pronto aprendemos el significado de “malo” y “bueno”. Aprendemos a ser juzgados como si fuera natural, con palabras del tipo: travieso/a, marrano/a, descuidado/a, cabezota,…
Todas ellas vienen a decirnos lo mismo: “no eres más que un niño/a pequeño/a indefenso/a que no sabe nada”. ¿Te has sentido alguna vez así de adulto? Entonces te están manipulando y tú estás cayendo en la ansiedad, ignorancia o culpa.
Al inculcarnos el concepto “bueno” o “malo”, nuestros padres se lavan las manos de toda responsabilidad por el hecho de obligarnos a hacer algo. Mediante declaraciones externas de lo que está bien o mal, nuestros padres achacan la culpa de la incomodidad que representa para nosotros tener que hacer lo que ellos quieren a cierta autoridad externa que fue, la que se supone, que instituyó las normas que “DEBEMOS” acatar.
De igual forma pasa cuando la manipulación se da en la relaciones entre adultos. Podemos comunicarnos de forma honrada, haciendo valer nuestra propia voluntad expresando qué sentimos y que deseamos. Nadie tiene el derecho de juzgarte, de decirte como se supone que “debes ser” o como “eres”, simplemente sé tú mismo/a.
Tienes el derecho a decir lo que quieres, deseas o te gusta y tienes derecho a decir “no” cada vez que lo desees sin sentir culpa. Por cierto, recuerda que los demás, si son asertivos, también ejercerán los mismos derechos.